El Pastorcito Mentiroso
Había una vez un pastorcito llamado Juan, quien a fuerza
de tener que cuidar todos los días su rebaño de ovejas, se
aburría notablemente, ya que lo único que tenía que hacer era
observarlas cuando comían y cuando dormían. Era tanto
su aburrimiento que no encontraba nada con qué
distraerse. Un día se le ocurrió una idea y comenzó
a gritar desaforadamente: ¡El lobo, el lobo se
come mis ovejas!". Todos los habitantes del pueblo
que estaban muy ocupados en sus quehaceres,
al escuchar sus gritos, dejaron lo que estaban
haciendo y corrieron con palos y piedras para
espantar tan agresivo animal. Pero, cuando llegaron al
Prado, ¡Oh que desagradable sorpresa! Había
sido una burla. Juanito se desternillaba
de la risa, al ver lo que había logrado
hacer con su pequeña broma, y
pensaba: -¿Que bueno, por lo
menos hoy disfruté el día!".
Al día siguiente, nuevamente sentado debajo de un árbol
viendo cómo pastaban sus ovejitas, el pastorcillo bostezaba
de tedio. Nuevamente decidió hacer la broma del día
anterior sin pensar en las consecuencias que esto podría
acarrearle. Gritando con todas sus fuerzas y haciendo
voz de angustia, repitió: -¡El lobo, el lobo!". Otra vez los
infortunados vecinos, dejaron lo que estaban haciendo
para ir a auxiliarlo, de nuevo asombrados de
la capacidad de Juanito para decir mentiras.
Furiosos se retiraron a sus puestos de trabajo, refunfuñando entre
dientes por la osadía del pequeño pastor.
Al tercer día, sucedió que en efecto el lobo se apareció
y comenzó a perseguir a sus ovejitas. Al ver esto
Juanito comenzó a gritar a todo pulmón y esta vez
mas desesperado: -"¡El lobo, el lobo, por favor, esta
vez es verdad!". Pero los vecinos estaban hastiados
de sus mentiras y no le creyeron. Hicieron como si
no hubiesen escuchado nada. Mientras tanto el lobo,
corría detrás de las ovejas y se las comía una a una.
Juanito impávido y sin poder hacer nada observaba
silenciosamente y en medio del llanto, se dio cuenta
que no debía decir mentiras, pues cuando finalmente
dice la verdad nadie le cree.
de tener que cuidar todos los días su rebaño de ovejas, se
aburría notablemente, ya que lo único que tenía que hacer era
observarlas cuando comían y cuando dormían. Era tanto
su aburrimiento que no encontraba nada con qué
distraerse. Un día se le ocurrió una idea y comenzó
a gritar desaforadamente: ¡El lobo, el lobo se
come mis ovejas!". Todos los habitantes del pueblo
que estaban muy ocupados en sus quehaceres,
al escuchar sus gritos, dejaron lo que estaban
haciendo y corrieron con palos y piedras para
espantar tan agresivo animal. Pero, cuando llegaron al
Prado, ¡Oh que desagradable sorpresa! Había
sido una burla. Juanito se desternillaba
de la risa, al ver lo que había logrado
hacer con su pequeña broma, y
pensaba: -¿Que bueno, por lo
menos hoy disfruté el día!".
Al día siguiente, nuevamente sentado debajo de un árbol
viendo cómo pastaban sus ovejitas, el pastorcillo bostezaba
de tedio. Nuevamente decidió hacer la broma del día
anterior sin pensar en las consecuencias que esto podría
acarrearle. Gritando con todas sus fuerzas y haciendo
voz de angustia, repitió: -¡El lobo, el lobo!". Otra vez los
infortunados vecinos, dejaron lo que estaban haciendo
para ir a auxiliarlo, de nuevo asombrados de
la capacidad de Juanito para decir mentiras.
Furiosos se retiraron a sus puestos de trabajo, refunfuñando entre
dientes por la osadía del pequeño pastor.
Al tercer día, sucedió que en efecto el lobo se apareció
y comenzó a perseguir a sus ovejitas. Al ver esto
Juanito comenzó a gritar a todo pulmón y esta vez
mas desesperado: -"¡El lobo, el lobo, por favor, esta
vez es verdad!". Pero los vecinos estaban hastiados
de sus mentiras y no le creyeron. Hicieron como si
no hubiesen escuchado nada. Mientras tanto el lobo,
corría detrás de las ovejas y se las comía una a una.
Juanito impávido y sin poder hacer nada observaba
silenciosamente y en medio del llanto, se dio cuenta
que no debía decir mentiras, pues cuando finalmente
dice la verdad nadie le cree.