CASTIGO DE UN LADRONZUELO
Un niño llamado Cornelio era ladrón, y en la clase
sobre todo hurtaba algunos objetos a sus compañeros.
El maestro dejó un día encima de la mesa cuatro
lindas pastillas de chocolate. El ladroncillo las ve, y
se aprovecha de un momento en que el maestro salió de clase,
para cogerse una y comérsela inmediatamente.
Vuelto el maestro, nota que le falta una pastilla,
y pregunta:
"¿Quién la ha tomado? – “¡No soy yo!" dice el ladronzuelo;
y todos los alumnos repiten también -"No soy yo".
Nada dice entonces el maestro; cuando a poco se pone pálido
Cornelio y Empieza a quejarse: "¡Estoy mal; me duele el vientre!"
sobre todo hurtaba algunos objetos a sus compañeros.
El maestro dejó un día encima de la mesa cuatro
lindas pastillas de chocolate. El ladroncillo las ve, y
se aprovecha de un momento en que el maestro salió de clase,
para cogerse una y comérsela inmediatamente.
Vuelto el maestro, nota que le falta una pastilla,
y pregunta:
"¿Quién la ha tomado? – “¡No soy yo!" dice el ladronzuelo;
y todos los alumnos repiten también -"No soy yo".
Nada dice entonces el maestro; cuando a poco se pone pálido
Cornelio y Empieza a quejarse: "¡Estoy mal; me duele el vientre!"
El maestro la contestó: "Hijo mío, Ud. es el ladrón. Este chocolate que puse
aquí, es un remedio purgativo; le hará padecer un poco, pero no hay peligro.
Quizá ahora se corregirá Ud. de este vicio tan infame".
El ladronzuelo confesó después que a menudo él mismo
tomaba los objetos que faltaban en la clase. Sus padres
tuvieron que pagar el importe de las cosas que el niño había robado a sus compañeros.
Pero no paró aquí el vicio de Cornelio. Más tarde cuando ya era grande, siguió robando;
y un día la policía le llevó a la cárcel. Murió por fin lejos de su familia, dejándola cubierta
de infamia y llena de pesares y amarguras.
"EL QUE DESDE NIÑO SE ACOSTUMBRA A ROBAR
LLEGARA A SER DESPUÉS SALTEADOR"
aquí, es un remedio purgativo; le hará padecer un poco, pero no hay peligro.
Quizá ahora se corregirá Ud. de este vicio tan infame".
El ladronzuelo confesó después que a menudo él mismo
tomaba los objetos que faltaban en la clase. Sus padres
tuvieron que pagar el importe de las cosas que el niño había robado a sus compañeros.
Pero no paró aquí el vicio de Cornelio. Más tarde cuando ya era grande, siguió robando;
y un día la policía le llevó a la cárcel. Murió por fin lejos de su familia, dejándola cubierta
de infamia y llena de pesares y amarguras.
"EL QUE DESDE NIÑO SE ACOSTUMBRA A ROBAR
LLEGARA A SER DESPUÉS SALTEADOR"