El Ruiseñor
En un lejano país de la China, se divisaba un hermoso castillo
todo elaborado en porcelana china, donde vivía el Emperador del país.
Cuentan que era tan perfecto, que todos los chinos que
habitaban allí, caminaban en la punta de los pies,
para no dañar los alfombrados y no hacer ninguna clase de ruido.
El palacio estaba
rodeado de un hermoso jardín, cuidado por los mejores jardineros, el
cual llegaba hasta los confines del bosque. En las ramas de uno de sus
árboles habitaba un ruiseñor, que cantaba tan deliciosamente, que
todo el mundo se olvidaba de sus problemas cuando lo escuchaba.
Aunque todos alababan la hermosura del palacio y sus alrededores,
sin embargo, exclamaban: -¡Lo más hermoso es el ruiseñor!", y los poetas
le dedicaban sus mejores poemas. Su fama crecía por todos
los países hasta que llegó a oídos del Emperador, el cual extrañado,
pues nunca había escuchado hablar de tan loable pájaro, pregunto:
-¿Cuál ruiseñor? ¡Es lo mejor de China y no lo conozco! Y empezó a averiguar dónde podría encontrarlo.
Dio orden a sus súbditos que lo buscaran y lo hicieran llegar a su presencia.
En efecto, después de mucho investigar y
buscar hallaron al ruiseñor y
le pidieron que
fuera con ellos al palacio
Éste accedió aunque no muy a gusto. Cuando estuvo
frente al Emperador, el ruiseñor le dedicó
la mejor de sus tonadas y éste quedó tan
encantado que derramando lagrimas le
pidió que se quedara a vivir con él en el
palacio. Le hizo construir una jaula de oro
y le dio permiso para salir a pasear dos días
de la semana, con la condición que le cantara
cinco minutos antes del almuerzo y tres antes
de la cena. Le pusieron por compañero una
réplica de ruiseñor igual a él, pero que en
lugar de plumas tenia diamantes, y en lugar de
ojos tenía dos rubíes; además para que sonara
había que darle cuerda. Pero el ruiseñor no era
feliz, añoraba su bosque donde se sentía en
completa libertad, respirando aire puro y en
compañía de todas las demás aves y animales
del bosque.
Un día era tanta su tristeza que no pudo aguantar
más y volvió a su anhelado lugar preferido del
bosque. El Emperador al enterarse se puso
furioso y prohibió que el ruiseñor volviera a entrar
a su palacio. Pasado el tiempo, el ruiseñor artificial
se dañó y ya no cantaba lo mismo que antes
El Emperador enfermó
gravemente y en su lecho
de muerte quiso escuchar
una canción pero el pájaro
mecánico no funcionaba,
pues ya estaba muy gastado.
Entonces, por la ventana abierta de su
habitación se escuchó el maravilloso
gorjeo del ruiseñor del bosque
que le dedicaba al Emperador
moribundo, la mejor de sus
tonadas. Su rostro se alegró y agradecido y
con lágrimas en sus ojos le pregunto: -¿Cómo
puedo recompensarte? tu canto me ha
devuelto la vida. Pero el ruiseñor le
contesto: "La mejor recompensa.
son tus lágrimas, ellas valen mucho
más de lo que me puedas dar”.
El Emperador insistió para que
volviera al palacio, pero el
ruiseñor le contestó que el
mejor lugar para él era
su adorado bosque.
Sin embargo, le
prometió visitarlo cada
noche y brindarle sus mejores
canciones, además de contarle
las penurias por las que estuvieran
pasando sus súbditos, para que siguiera
siendo el mejor de los emperadores.
todo elaborado en porcelana china, donde vivía el Emperador del país.
Cuentan que era tan perfecto, que todos los chinos que
habitaban allí, caminaban en la punta de los pies,
para no dañar los alfombrados y no hacer ninguna clase de ruido.
El palacio estaba
rodeado de un hermoso jardín, cuidado por los mejores jardineros, el
cual llegaba hasta los confines del bosque. En las ramas de uno de sus
árboles habitaba un ruiseñor, que cantaba tan deliciosamente, que
todo el mundo se olvidaba de sus problemas cuando lo escuchaba.
Aunque todos alababan la hermosura del palacio y sus alrededores,
sin embargo, exclamaban: -¡Lo más hermoso es el ruiseñor!", y los poetas
le dedicaban sus mejores poemas. Su fama crecía por todos
los países hasta que llegó a oídos del Emperador, el cual extrañado,
pues nunca había escuchado hablar de tan loable pájaro, pregunto:
-¿Cuál ruiseñor? ¡Es lo mejor de China y no lo conozco! Y empezó a averiguar dónde podría encontrarlo.
Dio orden a sus súbditos que lo buscaran y lo hicieran llegar a su presencia.
En efecto, después de mucho investigar y
buscar hallaron al ruiseñor y
le pidieron que
fuera con ellos al palacio
Éste accedió aunque no muy a gusto. Cuando estuvo
frente al Emperador, el ruiseñor le dedicó
la mejor de sus tonadas y éste quedó tan
encantado que derramando lagrimas le
pidió que se quedara a vivir con él en el
palacio. Le hizo construir una jaula de oro
y le dio permiso para salir a pasear dos días
de la semana, con la condición que le cantara
cinco minutos antes del almuerzo y tres antes
de la cena. Le pusieron por compañero una
réplica de ruiseñor igual a él, pero que en
lugar de plumas tenia diamantes, y en lugar de
ojos tenía dos rubíes; además para que sonara
había que darle cuerda. Pero el ruiseñor no era
feliz, añoraba su bosque donde se sentía en
completa libertad, respirando aire puro y en
compañía de todas las demás aves y animales
del bosque.
Un día era tanta su tristeza que no pudo aguantar
más y volvió a su anhelado lugar preferido del
bosque. El Emperador al enterarse se puso
furioso y prohibió que el ruiseñor volviera a entrar
a su palacio. Pasado el tiempo, el ruiseñor artificial
se dañó y ya no cantaba lo mismo que antes
El Emperador enfermó
gravemente y en su lecho
de muerte quiso escuchar
una canción pero el pájaro
mecánico no funcionaba,
pues ya estaba muy gastado.
Entonces, por la ventana abierta de su
habitación se escuchó el maravilloso
gorjeo del ruiseñor del bosque
que le dedicaba al Emperador
moribundo, la mejor de sus
tonadas. Su rostro se alegró y agradecido y
con lágrimas en sus ojos le pregunto: -¿Cómo
puedo recompensarte? tu canto me ha
devuelto la vida. Pero el ruiseñor le
contesto: "La mejor recompensa.
son tus lágrimas, ellas valen mucho
más de lo que me puedas dar”.
El Emperador insistió para que
volviera al palacio, pero el
ruiseñor le contestó que el
mejor lugar para él era
su adorado bosque.
Sin embargo, le
prometió visitarlo cada
noche y brindarle sus mejores
canciones, además de contarle
las penurias por las que estuvieran
pasando sus súbditos, para que siguiera
siendo el mejor de los emperadores.