REPOLLITO
Erase un jovencito tan pequeñito que
cabía en la palma de la mano. Había nacido
de un repollo por eso, sus papas granjeros,
lo llamaron: Repollito.
Era alegre y juguetón, y muy bueno con sus papas.
Su padre andaba muy orgulloso con su hijo
Todos los días montaba su caballo y llevaba a
Repollito al campo donde, él, trabajaba.
Un día, Repollito y su padre
fueron al prado de coles. -No
te alejes mucho del campo-, le
dijo su papa. El diminuto
muchacho desobedeciendo las
ordenes comenzó a jugar, saltar
y correr. Poco a poco se fue
alejando del campo.
En unos inesperados saltos,
Repollito cayó encima de unas
coles. Un buey, que por allí
pasaba, observó al pequeño
muchacho que quedaba
aturdido sobre las coles.
El buey era tan grande para Repollito, que
lo vio como un monstruo. El enorme
animal, al acercase a las coles, se tragó a
Repollito de un solo bocado.
Cuando llego la hora de volver a casa,
sus padres lo buscaron por todas
partes. Pero no lo encontraron.
-iRepollito! ¿Dónde estás?-, gritaban
sus padres. Pero Repollito no
contestaba.
Sus padres buscaron toda la noche, pero
Repollito no aparecía. Muy temprano su
padre se acordó que por el lugar, donde
jugaba Repollito, había un buey. El padre
comenzó a sospechar del animal.
El padre se dirigió donde el buey y escuchó
una débil voz, que decía: -¡Aquí estoy papa!
¡Ayúdame!-. El padre llamó a su esposa y,
entre los dos, le hicieron cosquillas al
animal. El buey de tanta cosquillas, se atoró
y tosió. Repollito, en ese momento, salió
por la boca del animal.
Repollito abrazo a sus padres. Ellos, lo
regañaron por haberse alejado del campo.
Repollito reconoció su culpa y pidió perdón a
sus padres. Los tres se fueron muy felices a su
casa y desde ese día, Repollito, jamás volvió a
desobedecer a sus padres.
cabía en la palma de la mano. Había nacido
de un repollo por eso, sus papas granjeros,
lo llamaron: Repollito.
Era alegre y juguetón, y muy bueno con sus papas.
Su padre andaba muy orgulloso con su hijo
Todos los días montaba su caballo y llevaba a
Repollito al campo donde, él, trabajaba.
Un día, Repollito y su padre
fueron al prado de coles. -No
te alejes mucho del campo-, le
dijo su papa. El diminuto
muchacho desobedeciendo las
ordenes comenzó a jugar, saltar
y correr. Poco a poco se fue
alejando del campo.
En unos inesperados saltos,
Repollito cayó encima de unas
coles. Un buey, que por allí
pasaba, observó al pequeño
muchacho que quedaba
aturdido sobre las coles.
El buey era tan grande para Repollito, que
lo vio como un monstruo. El enorme
animal, al acercase a las coles, se tragó a
Repollito de un solo bocado.
Cuando llego la hora de volver a casa,
sus padres lo buscaron por todas
partes. Pero no lo encontraron.
-iRepollito! ¿Dónde estás?-, gritaban
sus padres. Pero Repollito no
contestaba.
Sus padres buscaron toda la noche, pero
Repollito no aparecía. Muy temprano su
padre se acordó que por el lugar, donde
jugaba Repollito, había un buey. El padre
comenzó a sospechar del animal.
El padre se dirigió donde el buey y escuchó
una débil voz, que decía: -¡Aquí estoy papa!
¡Ayúdame!-. El padre llamó a su esposa y,
entre los dos, le hicieron cosquillas al
animal. El buey de tanta cosquillas, se atoró
y tosió. Repollito, en ese momento, salió
por la boca del animal.
Repollito abrazo a sus padres. Ellos, lo
regañaron por haberse alejado del campo.
Repollito reconoció su culpa y pidió perdón a
sus padres. Los tres se fueron muy felices a su
casa y desde ese día, Repollito, jamás volvió a
desobedecer a sus padres.