El Patito Feo
En la granja todo era hermoso, El trigo dorado contrastaba con la
verde avena y en los prados se observaban montones de forraje recién
segado. ¡Todo era realmente delicioso!. En el fondo de aquel bello paisaje, se levantaba una vieja casa, toda cubierta de enredaderas, y
rodeada de cálidas florecillas, que hacían la delicia de sus habitantes.
En medio del jardín se encontraba un amplio estanque donde
plácidamente hermosos patos se deslizaban con suavidad sobre las
placidas aguas. Las patas rodeaban el lugar, sintiéndose las dueñas,
y lanzando graznidos de complacencia. No lejos de allí una pata
grande y hermosa, empollaba sus huevos. De un momento a otro
éstos empezaron
a romperse y comenzaron a salir pequeños patitos
que corrieron a refugiarse bajo las alas de su madre. Solo quedaba un
huevo, que no quería romperse. La pata recurrió a una amiga suya
ya anciana, quien al reconocer el huevo le dijo: -“¡Ay, hija mía!, te
han engañado, este pato no es tuyo”. Pero la pata le contesto
-"No importa, de igual manera continuaré empollándolo". –“Creo que
usted comete una tontería”, dijo la anciana, y se fue.
Pasado el
tiempo al fin el huevo se rompió, y de su cascaron salió
un patito muy feo. Tan feo que todo los animales del corral
se burlaban de él. Los otros patitos también se reían verlo tan
desgarbado y lo trataban mal. Pero su madre sentía un hondo pesar
por el pequeño. Pensaba que aunque fuera feo, tenía un corazón
y era muy obediente.
Un día el patito feo, desesperado por las continuas burlas,
no aguanto más y se escapó volando por encima de un
seto. Paso el día recorriendo prados y encontrando
otros animales, quienes al verlo tan feo se preguntaban:
-¿Quién es este mamarracho? El pobre ya no sabía
a dónde acudir.
Cuando llegó la noche.
después de mucho deambular.
divisó una miserable choza
y como la tormenta amenazaba
con cubrir la tierra con grandes cascadas de
agua, buscó refugio cerca de ella. Allí habitaban una
viejecita, cuyas únicas compañías eran un gato viejo y una gallina
coja. La vieja con la poca vista que le quedaba, divisó al patito, y
sintió pesar al verlo tan desvalido. que le permitió quedarse. Pero
¡Oh, cosas el destino!
Los animales al ver al patito se pusieron celosos y comenzaron a
hacerle la vida imposible, por lo que éste volvió a escapar. Esta vez,
tuvo que dormir a la intemperie y aguantar mucha hambre.
Paso el tiempo, y el patito seguía deambulando solo por las enormes
praderas. Hasta que un día divisó una bandada de animales muy
hermosos, con una blancura resplandeciente y un graznido muy
particular. Sus cuellos eran largos y flexibles. Eran unos hermosos
cisnes. El patito sintió un atractivo especial hacia ellos y quiso
acercárseles, pero sintió miedo que lo rechazaran.
Sin embargo, se metió al agua y empezó a nadar suavemente, cuando
vio que los cisnes se le acercaban. Del temor que sintió, agachó la
cabeza y ¡Oh, sorpresa! Al divisar su propia imagen en el espejo del
agua, quedo asombrado al notar su transformación, ahora era uno de
ellos; ya no tenía aquella presencia que tanto daño le había causado.
En un momento olvidó todos sus sufrimientos y por primera vez sintió
que su corazón se llenaba de felicidad.
Ahora ya nunca más volvería nadie a burlarse de él.
Los niños se arremolinaban alrededor del estanque, observaban con
deleite el fantástico espectáculo que ofrecían los grandes y blancos
cisnes. Uno de ellos grito: -¡Ha llegado uno nuevo, y es el más hermoso
de todos! El patito feo, que ya de feo no tenía nada, suspiró hondamente
y se llenó de regocijo, pero no de vanidad.
verde avena y en los prados se observaban montones de forraje recién
segado. ¡Todo era realmente delicioso!. En el fondo de aquel bello paisaje, se levantaba una vieja casa, toda cubierta de enredaderas, y
rodeada de cálidas florecillas, que hacían la delicia de sus habitantes.
En medio del jardín se encontraba un amplio estanque donde
plácidamente hermosos patos se deslizaban con suavidad sobre las
placidas aguas. Las patas rodeaban el lugar, sintiéndose las dueñas,
y lanzando graznidos de complacencia. No lejos de allí una pata
grande y hermosa, empollaba sus huevos. De un momento a otro
éstos empezaron
a romperse y comenzaron a salir pequeños patitos
que corrieron a refugiarse bajo las alas de su madre. Solo quedaba un
huevo, que no quería romperse. La pata recurrió a una amiga suya
ya anciana, quien al reconocer el huevo le dijo: -“¡Ay, hija mía!, te
han engañado, este pato no es tuyo”. Pero la pata le contesto
-"No importa, de igual manera continuaré empollándolo". –“Creo que
usted comete una tontería”, dijo la anciana, y se fue.
Pasado el
tiempo al fin el huevo se rompió, y de su cascaron salió
un patito muy feo. Tan feo que todo los animales del corral
se burlaban de él. Los otros patitos también se reían verlo tan
desgarbado y lo trataban mal. Pero su madre sentía un hondo pesar
por el pequeño. Pensaba que aunque fuera feo, tenía un corazón
y era muy obediente.
Un día el patito feo, desesperado por las continuas burlas,
no aguanto más y se escapó volando por encima de un
seto. Paso el día recorriendo prados y encontrando
otros animales, quienes al verlo tan feo se preguntaban:
-¿Quién es este mamarracho? El pobre ya no sabía
a dónde acudir.
Cuando llegó la noche.
después de mucho deambular.
divisó una miserable choza
y como la tormenta amenazaba
con cubrir la tierra con grandes cascadas de
agua, buscó refugio cerca de ella. Allí habitaban una
viejecita, cuyas únicas compañías eran un gato viejo y una gallina
coja. La vieja con la poca vista que le quedaba, divisó al patito, y
sintió pesar al verlo tan desvalido. que le permitió quedarse. Pero
¡Oh, cosas el destino!
Los animales al ver al patito se pusieron celosos y comenzaron a
hacerle la vida imposible, por lo que éste volvió a escapar. Esta vez,
tuvo que dormir a la intemperie y aguantar mucha hambre.
Paso el tiempo, y el patito seguía deambulando solo por las enormes
praderas. Hasta que un día divisó una bandada de animales muy
hermosos, con una blancura resplandeciente y un graznido muy
particular. Sus cuellos eran largos y flexibles. Eran unos hermosos
cisnes. El patito sintió un atractivo especial hacia ellos y quiso
acercárseles, pero sintió miedo que lo rechazaran.
Sin embargo, se metió al agua y empezó a nadar suavemente, cuando
vio que los cisnes se le acercaban. Del temor que sintió, agachó la
cabeza y ¡Oh, sorpresa! Al divisar su propia imagen en el espejo del
agua, quedo asombrado al notar su transformación, ahora era uno de
ellos; ya no tenía aquella presencia que tanto daño le había causado.
En un momento olvidó todos sus sufrimientos y por primera vez sintió
que su corazón se llenaba de felicidad.
Ahora ya nunca más volvería nadie a burlarse de él.
Los niños se arremolinaban alrededor del estanque, observaban con
deleite el fantástico espectáculo que ofrecían los grandes y blancos
cisnes. Uno de ellos grito: -¡Ha llegado uno nuevo, y es el más hermoso
de todos! El patito feo, que ya de feo no tenía nada, suspiró hondamente
y se llenó de regocijo, pero no de vanidad.